Yo
la esperaba y por eso la puerta la dejaba entreabierta. Llegaba entre las diez
y once de la noche. Ya se los he sostenido, no tuve sexo con ella. Sí, sí la
penetré, lo he dicho hasta el cansancio. No, no estoy contradiciéndome. El sexo
implica caricias, besos, ustedes saben. Aquí no hubo nada de eso. Nos quedamos
insertados sin movernos, acostados piel con piel, acostados de lado como dos
cucharitas. Permanecimos así varias horas.
Después de que su madre se fue, llegaba a
mi cama pidiendo que le leyera un cuento. Yo sabia que se trataba de un mero
pretexto para poder estar juntos. Finge, ella finge ser una niña. Cuando su
madre está cerca, ella se comporta así; llega y se acurruca en medio de ambos.
No tiene ningún problema mental, se los aseguro. Ella me lo pedía, me pedía que
la abrazara por las noches. Su madre no la conoce tanto como yo. Sucedía cuando
no estaba ella. No fue ninguna violación, todo se hizo bajo su consentimiento.
Ya se lo dije, no tuve sexo con ella, fue sólo penetración. No, eso no puede
llamase sexo y no pueden culparme de violarla cuando fue sólo penetración y
bajo su consentimiento, entiéndanme por favor.
Es una mujer tratada como una niña. Su
madre es la culpable de todo. Su hija no está enferma. Se porta así porque
tiene miedo de su madre. Conmigo no se porta de esa manera. Yo le he dicho
tantas veces que tiene que ser fuerte y enfrentar a su madre, decirle que ya no
es ninguna niña y que debe ser tratada de manera tal. No, nunca me contestó.
Su madre llega y le cubre de besos y apapachos, diciendo frases como: “mi niña,
mi niña, ven acá”, ¿usted cree que se lo va decir? Me despierto cada mañana y
ella está a un lado, respirando tentación; yo no soy de madera para no sentir.
Soy hombre, señores, hombre. No tenemos parentesco. ¿Le ha dicho qué? Está
loca, ella no es mi hija. A su madre la conozco desde hace veinte años, pero no
tuvimos hijos. Nos encontramos hace dos años. Sé que estuvo viviendo con un
hombre y que terminó abandonándolas. Es hija de ese hombre. No, no, eso no
puede ser. Sí, me someteré a cualquier prueba que quieran. ¿ade qué? Sí,
ade-ene, lo que quieran.
Llegaba al dormitorio cargando uno de estos
ositos. Llegaba cuando menos nos lo esperábamos. Sí, nos vio en una ocasión. Sí,
ella corrió en cuanto nos vio. Estábamos desnudos. Pero ella supo lo que vio,
estoy seguro. Actúa así para complacer a su madre y que la siga queriendo. Ella
vio cuando echó a la calle a sus dos hermanas, ¡porque las echó a la calle!, yo
lo sé; que no venga con el cuento de que huyeron de casa, las echó, ¡las echó a
la calle! Rebeca teme ser echada también. Esas lágrimas son una farsa, ¡a nadie
engañas! No dejen que sus lágrimas los convenzan. Sí, ella tuvo más hermanas.
Ella misma me lo dijo, Rebeca. Deberían buscarlas. Sí, sí las tiene. No puedo
probarlo pero sí las tiene. Investiguen bien.
Se lo dije tantas veces, le dije que ya
estaba grande para dormir con nosotros. Pero esa mujer me callaba, diciendo que
era su niña, su pequeña. Apenas la tiene cerca y la abraza. Además… Tiene la
costumbre de dejar que su hija juegue con sus pezones a la hora de dormir,
¿ahora lo vas negar? La enferma es esa mujer, no su hija. La relación que tiene
con ella es enfermiza.
Aquel día…
Su madre tuvo que salir y ahora venía
conmigo. Llegaba con un librito y se acostaba con la cabeza apoyada sobre mi
pecho. El cuento era un pretexto, ya se lo dije. Mientras le leía, ese día metió su mano debajo de mis
pantalones, a como hurgaba con el escote de su madre. Ella sabe perfectamente
lo que hay debajo de los pantalones de los hombres y el psicólogo se los
confirmará, ya verán.
Metía su mano y yo la dejaba.
Ese día no podía dormir y yo tampoco. Metió
su mano nuevamente y comenzó a jugar, esta vez estando acostados y debajo de
las cobijas. No pude contenerme esa noche. Entre juego y juego se encontró
clavada. Clavada, sí, o penetrada como quieran llamarlo. A pesar de que había
utilizado bastante lubricante, nos quedamos atorados como los perros. Con cada
movimiento, pegaba el escandaloso grito. Al intentar salir, sentía que un
pedazo de piel vaginal se venía conmigo. La convencí de esperar hasta que se me
bajara la excitación, que no resultaba sencillo. Había entrado fácil y pensé
que no habría ninguna complicación en poder culminar el acto; lo que ocurrió
fue inesperado. Sí, habría querido terminarlo. La respeté. No quería causarle
más daño. Nunca me imagine que… De haberlo sabido no lo hubiera hecho. Le
contaré que una vez que se quedó dormida, sentí unas contracciones en su
interior, como si una mano me oprimiera, jalándome hacia el interior de su
matriz y esto en serio, al principio era muy placentero. Después comencé a
también sentir mucho dolor. Yo me quería salir pero ella no me dejaba, se los
juro. Ya no dependía de mí.
Seguíamos
clavados, cuando repentinamente la puerta se abrió, sorprendiéndonos. Su
madre había llegado. Rebeca se había escondido debajo de las cobijas.
—¡Hola, mi amor! —dije aterrado, y al
momento de decir esto, quedé desprendido de ella, botado como un corcho de
sidra. Fue maravilloso.
Ahora necesitaba una distracción para que Rebeca
saliera del dormitorio. Vi una enorme oportunidad cuando su madre se metió al
baño. Ella hablaba sobre su viaje, yo no le ponía atención. En cuanto escuché la
regadera, salí con Rebeca del dormitorio.
No podía caminar, así que tuve que llevarla en brazos. Yo tampoco estaba muy
bien que digamos. Ni se hubiera enterado si no hubiera encontrado un calzón de
Rebeca entre las cobijas al momento de tender la cama por la mañana. Todo lo
demás ustedes ya lo saben. Ah, el psicólogo, él les dirá la verdad sobre
Rebeca…
¿Qué?
No, eso no es posible….
No, eso no es posible, Rebeca es una mujer,
¡una mujer!
Se equivoca, ¡se equivoca!
Él está con ella, está de acuerdo con esa
bruja. Se pusieron de acuerdo.
Mentira, todo es una mentira.
Se
equivoca, déjeme hablar con Rebeca.
No, no, ¡no! ¡Todos están de acuerdo con
ella!
Se equivocan, ¡SE EQUIVOCAN! ¡REBECAAAA!