"Para escribir se debe echar todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad y hasta la felicidad". Faulkner

domingo, 18 de enero de 2015

El calzón delator



Yo la esperaba y por eso la puerta la dejaba entreabierta. Llegaba entre las diez y once de la noche. Ya se los he sostenido, no tuve sexo con ella. Sí, sí la penetré, lo he dicho hasta el cansancio. No, no estoy contradiciéndome. El sexo implica caricias, besos, ustedes saben. Aquí no hubo nada de eso. Nos quedamos insertados sin movernos, acostados piel con piel, acostados de lado como dos cucharitas. Permanecimos así varias horas.
    Después de que su madre se fue, llegaba a mi cama pidiendo que le leyera un cuento. Yo sabia que se trataba de un mero pretexto para poder estar juntos. Finge, ella finge ser una niña. Cuando su madre está cerca, ella se comporta así; llega y se acurruca en medio de ambos. No tiene ningún problema mental, se los aseguro. Ella me lo pedía, me pedía que la abrazara por las noches. Su madre no la conoce tanto como yo. Sucedía cuando no estaba ella. No fue ninguna violación, todo se hizo bajo su consentimiento. Ya se lo dije, no tuve sexo con ella, fue sólo penetración. No, eso no puede llamase sexo y no pueden culparme de violarla cuando fue sólo penetración y bajo su consentimiento, entiéndanme por favor.
    Es una mujer tratada como una niña. Su madre es la culpable de todo. Su hija no está enferma. Se porta así porque tiene miedo de su madre. Conmigo no se porta de esa manera. Yo le he dicho tantas veces que tiene que ser fuerte y enfrentar a su madre, decirle que ya no es ninguna niña y que debe ser tratada de manera tal. No, nunca me contestó. Su madre llega y le cubre de besos y apapachos, diciendo frases como: “mi niña, mi niña, ven acá”, ¿usted cree que se lo va decir? Me despierto cada mañana y ella está a un lado, respirando tentación; yo no soy de madera para no sentir. Soy hombre, señores, hombre. No tenemos parentesco. ¿Le ha dicho qué? Está loca, ella no es mi hija. A su madre la conozco desde hace veinte años, pero no tuvimos hijos. Nos encontramos hace dos años. Sé que estuvo viviendo con un hombre y que terminó abandonándolas. Es hija de ese hombre. No, no, eso no puede ser. Sí, me someteré a cualquier prueba que quieran. ¿ade qué? Sí, ade-ene, lo que quieran.
    Llegaba al dormitorio cargando uno de estos ositos. Llegaba cuando menos nos lo esperábamos. Sí, nos vio en una ocasión. Sí, ella corrió en cuanto nos vio. Estábamos desnudos. Pero ella supo lo que vio, estoy seguro. Actúa así para complacer a su madre y que la siga queriendo. Ella vio cuando echó a la calle a sus dos hermanas, ¡porque las echó a la calle!, yo lo sé; que no venga con el cuento de que huyeron de casa, las echó, ¡las echó a la calle! Rebeca teme ser echada también. Esas lágrimas son una farsa, ¡a nadie engañas! No dejen que sus lágrimas los convenzan. Sí, ella tuvo más hermanas. Ella misma me lo dijo, Rebeca. Deberían buscarlas. Sí, sí las tiene. No puedo probarlo pero sí las tiene. Investiguen bien.
    Se lo dije tantas veces, le dije que ya estaba grande para dormir con nosotros. Pero esa mujer me callaba, diciendo que era su niña, su pequeña. Apenas la tiene cerca y la abraza. Además… Tiene la costumbre de dejar que su hija juegue con sus pezones a la hora de dormir, ¿ahora lo vas negar? La enferma es esa mujer, no su hija. La relación que tiene con ella es enfermiza.
   Aquel día…
   Su madre tuvo que salir y ahora venía conmigo. Llegaba con un librito y se acostaba con la cabeza apoyada sobre mi pecho. El cuento era un pretexto, ya se lo dije. Mientras le leía,  ese día metió su mano debajo de mis pantalones, a como hurgaba con el escote de su madre. Ella sabe perfectamente lo que hay debajo de los pantalones de los hombres y el psicólogo se los confirmará, ya verán.
    Metía su mano y yo la dejaba.
    Ese día no podía dormir y yo tampoco. Metió su mano nuevamente y comenzó a jugar, esta vez estando acostados y debajo de las cobijas. No pude contenerme esa noche. Entre juego y juego se encontró clavada. Clavada, sí, o penetrada como quieran llamarlo. A pesar de que había utilizado bastante lubricante, nos quedamos atorados como los perros. Con cada movimiento, pegaba el escandaloso grito. Al intentar salir, sentía que un pedazo de piel vaginal se venía conmigo. La convencí de esperar hasta que se me bajara la excitación, que no resultaba sencillo. Había entrado fácil y pensé que no habría ninguna complicación en poder culminar el acto; lo que ocurrió fue inesperado. Sí, habría querido terminarlo. La respeté. No quería causarle más daño. Nunca me imagine que… De haberlo sabido no lo hubiera hecho. Le contaré que una vez que se quedó dormida, sentí unas contracciones en su interior, como si una mano me oprimiera, jalándome hacia el interior de su matriz y esto en serio, al principio era muy placentero. Después comencé a también sentir mucho dolor. Yo me quería salir pero ella no me dejaba, se los juro. Ya no dependía de mí.
    Seguíamos  clavados, cuando repentinamente la puerta se abrió, sorprendiéndonos. Su madre había llegado. Rebeca se había escondido debajo de las cobijas.
    —¡Hola, mi amor! —dije aterrado, y al momento de decir esto, quedé desprendido de ella, botado como un corcho de sidra. Fue maravilloso.
    Ahora necesitaba una distracción para que Rebeca saliera del dormitorio. Vi una enorme oportunidad cuando su madre se metió al baño. Ella hablaba sobre su viaje, yo no le ponía atención. En cuanto escuché la regadera, salí  con Rebeca del dormitorio. No podía caminar, así que tuve que llevarla en brazos. Yo tampoco estaba muy bien que digamos. Ni se hubiera enterado si no hubiera encontrado un calzón de Rebeca entre las cobijas al momento de tender la cama por la mañana. Todo lo demás ustedes ya lo saben. Ah, el psicólogo, él les dirá la verdad sobre Rebeca…
    ¿Qué?
    No, eso no es posible….
    No, eso no es posible, Rebeca es una mujer, ¡una mujer!
    Se equivoca, ¡se equivoca!
    Él está con ella, está de acuerdo con esa bruja. Se pusieron de acuerdo.
    Mentira, todo es una mentira.
    Se equivoca, déjeme hablar con Rebeca.
    No, no, ¡no! ¡Todos están de acuerdo con ella!
    Se equivocan, ¡SE EQUIVOCAN! ¡REBECAAAA!