2 de Octubre de 2017.—Ella tiene un trasero
de puta madre. Cinco días a la semana la veo pasar por la calle. Va con un niño
o niña; no estoy seguro pero me importa una mierda. Luego regresa sin el crío,
pero acompañada de otras mujeres que igual van a dejar a sus hijos a la escuela.
A veces se detienen a comprar una que otra fruta o verdura. Pero ella no compra. Se aparta y las espera,
distrayéndose con su puto teléfono. A todas las mujeres que veo pasar por la
calle las tengo clasificadas por el tamaño de su trasero. Soy un adicto al
trasero de las mujeres pero debo ser claro al decir que no soy un conformista
como otro tipo de viciosos; es decir: no me cojo a cualquier mujer porque tenga
uno. No es sencillo y puedo pasar horas escogiendo una prostituta los fines de
semana. Las hago arrodillarse y besar el suelo para así hurgar a placer en toda
su extensión. Me encanta sentir su preciada piel acojinada, pellizcar las
nalgas, morderlas, besarlas, lamerlas, sobarlas largo rato antes de embestir
duro y preciso.
3 de noviembre de 2017.
—Ella
tiene el mejor trasero de todas las mujeres que van a dejar sus hijos a la
escuela. Ella tiene el mejor trasero
de todas las mujeres que van al mercado por su mandado. Ella tiene el mejor trasero de cuanta mujer ha cruzado la calle. Ella.
14 de noviembre de
2017.—Estos
días vino acompañada de un joven: su hombre, seguramente. Y me muero de celos imaginarme
que ese flacucho se la esté cogiendo, que goce con delirio de mi preciado tesoro.
¡Muero de celos cuando lo veo con él! Hijo de perra.
17 de enero de 2017.—Prefiero que use leggings
a usar pantalones. Lleva una gorra de béisbol y tenis. Ni siquiera necesita
usar tacones para que su gran trasero resalte a como hacen otras mujeres. Estoy
seguro debe ignorar que posee el mejor trasero de toda la colonia.
18 de enero de 2017.—Se me ha ocurrido
una loca idea que me he reído como un loco yo solo.
19 de enero de 2017.—Le he contado mi
idea a un amigo que igual piensa que la mujer de la gorra de béisbol, tiene un
culazo de puta madre. No se le hace tan loca la idea. Loca sería si intentara
yo secuestrarla, dice.
21 de enero de 2017.—No me puedo sacar la
puta idea de mi cabeza. Cada que la veo, cada que la veo...
22 de enero de 2017.—Y hoy que la he
visto pasar con leggings y sola, me he visto tentado a decirle, decirle que... que
quiero ofrecerle dinero a cambio de sexo. No pierdo nada con decirle. Nada. Y
no sé qué haré si llega a decir que estoy loco; no sé qué haré si no acepta.
24
de enero de 2017.—La llamé y ella volteó. Pero fui un marica porque no se lo
dije. En cambio, ofrecí mi mercancía que
ella rechazó amablemente. Pero fue un comienzo. Sé que se lo diré. Un día de
éstos. Un día.
4 de febrero de 2017.—¡Qué culo de esa
mujer! Hoy he corrido al sanitario a jalármela luego de ver que el pinche
chamaco jugaba a darle de nalgadas a su madre, que por completo lo ignoraba por
estar hablando por teléfono. Qué pinche envidia de ser ese crío. Se lo voy a
decir. ¡Juro que se lo diré!
18 de mayo de 2017.—Cuántos meses han
transcurrido y no he podido. Y temo perderla para siempre; temo que su hijo salga
de la escuela y vaya a otra y que ella ya jamás vuelva a pasar por aquí. La
preocupación me está matando. Debo hacerlo. Debo hacerlo. Debo hacerlo.
30 de mayo de 2017.—Estoy ahorrando. Me
he enterado que debe dinero a la escuela. Estoy seguro que aceptará. No he ido
a buscar prostitutas en varios meses porque no sé cuánto me pedirá. Estoy
dispuesto a pagar cinco veces, diez, hasta veinte de lo que pago a una
prostituta sólo por tener su trasero. Estoy esperando que venga sola. Siento
que mi corazón se me va a salir de lo fuerte que late.
12 de junio de 2017.—Vienen las
vacaciones y no he tenido oportunidad. Me estoy volviendo loco.
25 de junio de 2017.— ¡Lo hice! ¡Lo hice!
Se lo dije. Ella vino a comprar cebollas. Estábamos solos. Dieciocho pesos las
cebollas. Sólo quería tres. Al diablo las cebollas. Se las regalé. “Es usted
muy amable”, me dijo. “El día que necesite usted dinero –dije-, con confianza
venga conmigo”. Se quedó confundida. Sorprendida cuando agregué: “Dígame cuánto
quiere por una tarde, y estoy seguro que ambos saldremos ganando. Es usted muy
bonita”. No podía creer lo que había escuchado y se retiró sin decirme nada.
Nada. Estoy tan feliz que casi vomito. Siento un gran descanso de habérselo
dicho. Hoy voy a dormir muy bien. Oh, qué satisfecho me siento conmigo mismo.
28 de junio de 2017.—Siento que se lo ha
dicho a todas sus amigas porque ya no vienen a comprar. Estoy preocupado. Dos
hombres se paran en la esquina y me vigilan. Creo que uno es el marido.
Diablos. Estoy sentenciado y me estoy meando encima. ¿En qué estaba pensando
cuando se lo dije? La he cagado, la he cagado.
20 de agosto de 2017.—Me he asustado más
de la cuenta. Sus amigas han vuelto a comprar. Ya tengo confianza con ellas y
le he preguntado por su amiga. Me han dicho que su niña ya entró a otra
escuela. No la volveré a ver. Estoy triste.
23 de agosto de 2013.—Recorro las escuelas
como desesperado esperando encontrarla. Quiero verla de nuevo. No sé qué hacer.
Estoy pensando en contratar un detective para que me diga dónde puedo
encontrarla. Pienso que secuestrarla no es tan mala idea. Estoy diciendo
tonterías, pero es que estoy desesperado.
1 de septiembre de
2017.—¡Que
no lo van a creer, que no lo van a creer! Que me ha visitado. Que se ha
esperado que se fuera la gente, que ha preguntado por las cebollas, que ha
comprado un kilo y que yo se las he vuelto a regalar. “Gracias ha dicho”, y se
ha ido. No me odia. Ella lo está pensando, lo está pensando. Me la voy a coger.
Ya casi la tengo.
5 de septiembre de
2017.—Estoy
emocionado. La espera me está matando.
10 de septiembre de
2017.—Vino
a verme. Me dejó una nota escrita a computadora. Me ha dicho: “Hay un hotel en
la calle...” Me dio la hora y el día. El precio que pide es más de lo que he
pagado por la mejor prostituta que he tenido pero menos de lo que yo esperaba. No
sabe lo que tiene y lo está regalando. Le voy a dar el doble. ¡Claro que estaré
allí! Voy a cogérmela y voy a gozar de su culo como no tienen idea. Voy a
inventar un pretexto a mi esposa para escaparme de la verdulería. Oh, estoy tan
emocionado, tan emocionado que voy a bailar en la calle.
10 de septiembre de
2017.—Qué
risa. Que he bailado y que don Chucho se ha reído de mí. Soy un ridículo.
14 de octubre de 2017.—Por fin ocurrió,
pero no fue fácil. Estuve algo nervioso y no pude hacerlo a como lo imaginé por
tantos meses. Ella estaba bastante angustiada. Pensaba que la habían seguido y
que no debíamos estar allí dentro los dos por mucho tiempo. Hablaba de su
cuñada, de su hermana y hasta de su suegra a las que les mintió para poder
salir. En todo momento se sintió insegura. No me dejó contemplarla a mi placer.
De pronto me interrumpía para levantarse y mirar por la ventana para buscar
algo en la calle que no existía. Cualquier ruido externo al cuarto la
sobresaltaba. No la pude apreciar a como se lo había exigido y mostré mi
inconformidad con ella. Pactamos en que terminaría
rápido y que la penetración sería con protección. Estaba tensa. El poco tiempo
que la contemplé, fue un encuentro con el paraíso terrenal. Los muslos eran
firmes, las nalgas suaves y aduraznadas, calientes al tacto. Globos estelares
que pellizqué con hambre. Piel cobriza y dulce a los labios. La hendidura
jugosa. Doloroso al principio por la resistencia de sus blandas carnes a la invasión.
Quería llenarla, quería llegar a lo más profundo de ella; fuera por la prisa o
por lo angustiada y afrentada que estaba que no logré llegar a donde quería; y pensé
que no volvería a tener otra oportunidad. Imploré que se quedara otro rato.
Supliqué que me dejara contemplarla por más tiempo, haciéndole saber que era la
única, la única dueña de mis delirios; le hice saber de su preciado atributo
para enloquecer a cualquier hombre, cosa que ocasionó que ella me mirara como
si fuera un enfermo mental; le hice saber que la había deseado por años, meses,
días. Le dije en mis delirios de éxtasis que nunca me cansaría de ella.
28 de octubre de 2017.—La he visto pasar un
par de veces en la calle y ahora puedo decir que me la he cogido, que he gozado
de ese maravilloso trasero. No se atreve a mirarme todavía, pero, estoy seguro
recuerda lo ardiente que quedaron sus pliegues luego de que se marchó del
hotel, sin bañarse, aún escurriendo sus muslos de mis fluidos que ni un rollo
de papel higiénico puede por completo limpiar. Ya no me siento tan ansioso como
antes luego de verla en su andar, no obstante, sigo deseando que se repita.
20 de noviembre de 2017.—Se ha repetido.
“¿Mismo hotel, misma hora?”, me dijo. “Por supuesto”, contesté poseso. Pensé,
iba a rechazar mi petición. Noté, cierta vulnerabilidad en ella, una necesidad
de dinero, y aprovechándome, y valiéndome de mi poder económico, restringí el
pago. Se lo entregaría completo, igual a la vez pasada, pero esta vez, sin
protección. Vaciló e hizo un torpe ademán que se retiraría. Terminó por
aceptar. Le juré que no tenía ninguna enfermedad indicándole que también era un
hombre casado, con hijos, como ella. Subimos al cuarto y esta vez no hubo
interrupciones. ¡Oh, si yo les pudiera contar todo lo que ocurrió adentro! “No
te quites la ropa todavía”, le supliqué. Yo se la quité. Bajé los pantalones a
la altura de sus rodillas con profunda devoción. Siguió la ropa interior. Aún
recuerdo su perfume al descubrir los dos preciosos hemisferios divididos por la
ranura cubierta de fino vello. Ella se apoyó del borde de la cama mientras que
yo me introducía lento y bajo un profundo letargo a mi ritual secular. Por fin
mío y dispuesto a mi gusto. A mis caprichos. “¡Gracias Dios, por darme este
trasero para mi placer!”, recuerdo grité enloquecido.
28 de marzo de 2018.—Tres veces ha venido
a dejar su recado. No he ido al lugar que me cita, y es que he perdido interés
en ella, cosa que no me he atrevido a decirle de frente. Para eso tengo que
anteponer pretextos, como que tuve una emergencia en casa, que no puedo dejar
el negocio para irme; tonterías de esas. Y es que no es culpa de ella. Sigue
teniendo el mejor trasero de la colonia, no lo dudo. El problema resulta mío.
Lo que sucede es que ya lo he dibujado tantas veces con mi lengua, labios y
dedos, que ya no me apetece entretenerme tanto tiempo con éste. En el sexto
encuentro me di cuenta que algo estaba faltando. En la séptima ocasión, me
apresuré a terminar y a recibir un orgasmo pronto. ¿Les conté que ya no está
tan apretado como antes? Por si fuera poco, en todos los encuentros, nunca la
he visto gozar. Se muestra flácida y resignada. Me hace sentir que soy un
perfecto inútil y pésimo amante.
12 de abril de 2018.—Le he dicho tantas
veces que no tengo dinero. Está tan desesperada que ahora sí, se está
regalando. Le dije que ganaría muy bien si se dedicara a venderse en las
calles. Me ha mirado de tal modo, que he tenido que bajar la mirada avergonzado
de mis palabras. Se ha marchado indignada y ofendida. Aunque ya nos hemos
acostado en bastantes ocasiones, sigue pensando que no es una prostituta.
22 de abril de 2018.—Le he dado una
sorpresa. Si sigue pensando que no es una prostituta, ahora lo está dudando. Le
he pagado para un encuentro y he llevado a un amiguito. Ya había recibido el
dinero, así que no le quedó de otra. Es un chico que me ayuda en las vacaciones,
que tiene trece años y que tiene granos en toda la cara. Le prometí que
perdería su virginidad. Ahorró lo suficiente para poder cumplírselo. Le di
la mitad a la mujer y el resto me lo he quedado. Yo me senté en una silla a
mirar el acto. Ella le preguntó si traía protección. Que me lo iba a mandar a la
farmacia a comprar uno. Tuve que intervenir, diciéndole que yo tenía mucha prisa. El
chico terminó en menos de un minuto en la aburrida posición del misionero. Ni
siquiera me dio tiempo de encender un cigarrillo.
25 de abril de 2018.—Que risa me ha dado
el chico. Vio a la mujer en la calle hablando con una de sus tías. Estaba muy
temeroso de que ella le dijera algo a su familiar.
2 de mayo de 2018.—No sé de dónde saca
dinero el chico, pero se lo ha estado gastando en sexo con la mujer. Esta vez
paga por hora y coge tres veces antes de que termine su tiempo. Ha salido
cabrón.
17 de mayo de 2018.—¡Ja, ja, ja! Esto
parece un salón de clases. Seis polluelos se turnan para coger. Mientras uno se
la metía por la boca, otro por la vagina y uno más intentando metérsela por el
culo, le he preguntado si sigue pensando que no es una prostituta.
20 de mayo de 2018.—La muy perra a
querido chantajearme. Dice que está embarazada y que necesita dinero para el
aborto. Amenazó con contarle todo a su marido. Le dije que lo hiciera. Sabe que
ella es la que saldrá perdiendo. Nunca se lo dirá.
22 de mayo de 2018.—El chico está
desesperado porque la mujer ha desaparecido. Me pregunta que cómo se llama, que
si puedo localizarla. Le dije que ella venía y que nunca me importó su nombre.
Debí pedirle su número telefónico, ya que las ganancias que me dejaban estos idiotas
chicos, era mejor que las ventas del día. Maldita sea.
1 de junio de 2018.—Hay una mujer que
pasa con una niña y un bebé en brazos. La mujer no me importa, pero la niña...
está en pleno desarrollo. Ya superó a su madre en estatura y trasero. Si hay
algo que debo agradecer de las modas, es por meterse en la temprana vida precoz
de las niñas. Los leggings que usa la escuincla, remarcan y resaltan un
deseable trasero.
8 de junio de 2018.—Lo he escuchado de
su boca: es madre soltera. Viene a comprar. Me estoy ganando su confianza. La
fruta que le acompaña está creciendo con cada día, se nota. Muero por ese
trasero. Lo quiero, lo quiero. Yo seré el primero en tomarlo.
2 de diciembre de 2018.—Le he ofrecido dinero
por acostarme con su hija. La perra se ha indignado.
8
de diciembre de 2018.—Ya tengo todo planeado. El carro. Dos cómplices. El
lugar.
Estos
fragmentos de diario se encontraron dentro de la verdulería La Verdura, en el
domicilio... luego de que se llevaron el cuerpo. El hombre fue asesinado a
balazos, en un ataque directo. Se sospecha de un crimen pasional.